Los Crímenes de Whitechapel

12.05.2014 11:14

Querido Jefe, desde hace días no dejo de oír que la policía me ha atrapado, pero en realidad todavía no me ha pillado. En mi próximo trabajo le cortaré la oreja a la dama y se la enviaré a la policía para divertirme. El último es un magnífico trabajo, a la dama en cuestión no le dio tiempo de gritar. Mi cuchillo está tan bien afilado que quiero ponerme manos a la obra ahora mismo. Me gusta mi trabajo y estoy ansioso de empezar de nuevo, pronto tendrá noticias mías. Atentamente, Jack el Destripador

Fue una de las tres cartas entre cientos que mereció cierta credibilidad en Scotland Yard. Fue enviada el 27 de septiembre de 1888 y en ella aparece por primera vez el calificativo Destripador. Un facsímil de esta fue publicado en la prensa de la época con la esperanza de que alguien reconociera la escritura del asesino pero probablemente lo único que generó fue que se enviaran más cartas apócrifas burlándose de la investigación policial. Otra misiva reconocida como autentica fue dirigida el 16 de octubre a George Lusk, cabecilla del Comité de Vigilancia de Whitechapel, formado a raíz de la progresión de los crímenes. Junto a la carta se añadió una caja con un trozo de riñón humano del que no se pudo averiguar con completa certeza la procedencia. En la carta el Destripador decía: Desde el infierno. Señor Lusk. Señor le adjunto la mitad de un riñón que tomé de una mujer y que he conservado para usted, la otra parte la freí y me la comí, estaba muy rica. Puedo enviarle el cuchillo ensangrentado con que se extrajo, si se espera usted un poco. Firmado, Atrápeme si puede Señor Lusk. La prensa convirtió la rúbrica del Destripador en una leyenda.

El East End londinense era un buen caldo de cultivo para el delito y el crimen. Particularmente la zona comprendida entre Whitechapel y Spitalfields era una barriada mísera donde las tabernas funcionaban también como prostíbulos y las pequeñas faltas estaban a la orden del día, tampoco eran raros los homicidios, pero el ensañamiento y las mutilaciones particularmente atroces que se cebaron en las prostitutas de la zona fueron, además de inusuales, absolutamente execrables.   

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© J.L.Nicolas

 

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