El Delta

26.08.2022 08:46

La acumulación de los sedimentos arrastrados por el rio Ebro a lo largo de los siglos ha creado este gran espacio cambiante de más de trescientos quilómetros cuadrados, que, en sus humedales, acoge a una abundante fauna protegida por el Parque Natural y a una agricultura caracterizada por el cultivo del arroz.   

La geografía del delta, tanto la física como la humana, ha cambiado a lo largo de la historia. La primera por la progresión y el asentamiento de los sedimentos que han formado la gran cuña que se adentra veintidós quilómetros en el mar. Ni siempre ha tenido la misma forma ni el rio ha vaciado sus aguas en el mismo lugar, algunas de las lagunas que han quedado encerradas fueron antiguas desembocaduras, tal como los actuales extremos de las prolongaciones del Fangar y del Trabucador algún día acabaran uniéndose a tierra formando nuevas lagunas. También ha tenido consecuencias el bloqueo de la corriente, primero en época musulmana con la construcción de azudes para derivar agua hacia las acequias de regadío y más recientemente con la construcción de grandes pantanos para maximizar el aprovechamiento de los recursos hídricos. La primera consecuencia fue que el Ebro dejó de ser un rio completamente navegable cuyo puerto más lejano estaba en la romana Varea, a las puertas de la actual Logroño.

Las mayores lagunas que se han formado son las de la Encanyissada y la Tancada, en el hemidelta meridional, la de las Olles, Canal Vell, el Garxal en la septentrional y las de Calaix Gran y Calaix de la Mar en la Isla de Buda. Todas ellas forman parte del espacio protegido por el Parque Natural desde 1983. La laguna de l’Encanyissada es la mayor del delta y su nombre proviene de los cañizares que la envuelven, prácticamente en la orilla se encuentra la Casa de Fusta, construida en 1926 para albergar a una sociedad de cazadores, en 1986 pasó ser gestionada por el Parque Natural y acoge en la actualidad un centro de información. Inmediatamente a levante está la lagua de la Tancada, con terrenos de salobrales y piscifactorías. La Bassa de les Olles, situada cerca de la población de L’Ampolla, es una de las lagunas menores. Ocupa unas 54 hectáreas y la profundidad apenas alcanza el metro y medio. En todas ellas se pueden observar flamencos, canasteras, pagazas piconegras, alciones y azulones, también garcillas cangrejeras, grullas y cormoranes. En todo el delta se llegan a avistar a lo largo del año hasta 360 especies distintas de aves.

También hay tres islas, la de Gracia que divide en dos ramales el rio durante unos pocos centenares de metros, entre Sant Jaume d’Enveja y Deltebre, donde básicamente se cultivan cítricos, y la de Sant Antoni y la de Buda en el extremo de la desembocadura. Estas últimas separan los dos brazos de la corriente en las Golas del Ebro. Cerca de la desembocadura, casi junto al faro del Garxal, básicamente una baliza soportada por una columna pintada en un deslumbrante color amarillo que se refleja en las aguas estancadas de los cañizares, hay un mirador de madera en forma de zigurat. Desde arriba se aprecia la horquilla que forma el rio antes de llegar al mar. En días de crecida, cuando el cauce arrastra aquellas aguas vertidas por las últimas tempestades del invierno y se inicia el deshielo que lo alimenta, aun a pesar de la regulación ejercida mediante las presas, la corriente desborda algunos puntos y las embarcaciones ven reducida su actividad. El rio rompe el tramo cegado que separa la isla de Sant Antoni y renace la segunda desembocadura en la Gola de Tramuntana. En la Isla de Buda hubo, entre noviembre de 1864 y las navidades de 1961 un faro de estructura metálica que tenía poco más de 51 metros de altura. Su señal se veía a veinte millas de distancia. La regresión del terreno y las tempestades provocaron la caída del faro. Hasta la década de los años cincuenta la isla llegó a tener unos doscientos habitantes que se dedicaban básicamente al cultivo del arroz, allí queda una masía de finales del siglo XIX que posee una capilla adjunta. Hasta entonces aun celebraban fiesta mayor e, incluso, dispusieron de un equipo local de futbol.

La geografía física del delta también se caracteriza por las dos elongaciones de terreno que retroceden hacia la costa, son la Punta del Fangar y la Punta de la Banya. La primera forma la bahía homónima al inicio de la cual está la población de La Ampolla, en 1972 se instaló un faro de veinte metros de altura que sustituyó a otro más antiguo, de 1864 y, posteriormente a una torre de hierro que hacía las mismas funciones. A lo largo del brazo de arena se forman dunas y crían diversas especies de aves marinas. La Punta de la Banya, donde se encuentran las Salinas de la Trinitat, está unida al resto del delta por un estrecho y prolongado istmo de arena conocido como el Trabucador. La Banya cierra la bahía de los Alfacs, donde la población de Sant Carles de la Ràpita es renombrada por sus langostinos.  

La geografía humana se ha modificado en función del cambio de usos del territorio, que ha pasado en los dos últimos siglos de tener una agricultura escasa y aleatoria junto a la explotación de las salinas a volcarse, tras la apertura de los canales, prácticamente en el monocultivo del arroz, que actualmente cubre una superficie de más de veinte mil hectáreas donde se recogen cada año unos 45 mil toneladas. El arroz atrajo a más población, unas cincuenta mil personas habitan hoy en día el Delta, que se han concentrado y han hecho crecer las localidades que antiguamente apenas eran aldeas o alquerías diseminadas. El caso más evidente es el de Deltebre, cuyo término municipal ocupa prácticamente todo el margen septentrional del delta. Deltebre se creó de la fusión de los núcleos de Jesús y María con el de la Cava, que previamente, en 1977,  se habían segregado de Tortosa. Justo en el margen opuesto del rio, Deltebre se refleja en el municipio de Sant Jaume d’Enveja, cuyo topónimo deriva de un gentilicio árabe: Ibn Bajá. Aún hay cinco núcleos más de población en el extremo del delta, son las dos urbanizaciones modernas de Riumar y Los Eucaliptos, ambas junto a la costa y los de Muntells y Balada. La población de Los Muntells se creó en 1860, cuando se empezó a cultivar el arroz y se alinearon cabañas y barracas a lo largo de la actual calle mayor. Balada, junto a la isla de Gracia, tiene una decena de habitantes censados. La quinta es Poblenou del Delta, una colonia agrícola construida por el antiguo Instituto Nacional de la Colonización en 1956, en tiempos de la dictadura, de ahí el primer nombre de la localidad: Villafranco del Delta, nombre que conservó hasta 2003.

Ambas orillas del rio quedaron unidas en septiembre del año 2010 por el Passador, el moderno puente que relevó definitivamente el uso de barcazas para cruzar el rio y que ha heredado el nombre de los barqueros que realizaban la travesía. La alternativa, en este punto, era recorrer unos veinticinco quilómetros para atravesar el cauce por el siguiente puente, el de Amposta.

Las comunicaciones, antiguamente, pasaban por el rio, básicamente a lo largo del rio, donde reinaba desde 1915 el vapor Anita, hasta que en 1927 se inauguró la línea férrea entre Tortosa y La Cava, popularmente conocida como lo Carrilet de la Cava. La línea, de 27 quilómetros, tuvo sus mejores días a lo largo de los años 30, transportando a pasajeros y arroz, mucho arroz, hasta que en los años 50 el auge del transporte por carretera inició su declive, lo Carrilet completó su último recorrido en Tortosa el 31 de diciembre de 1967. El vapor Anita quedó sumergido para siempre junto a la isla de Gracia el 28 de octubre de 1937.

Una línea de fortificaciones recorría la costa y los límites del delta, algunas son de época medieval, otras formaron parte o fueron reutilizadas para el telégrafo óptico durante las guerras carlistas. En San Carles de la Rápita hay cuatro de ellas, la del Moro, la Torre de Martines, la de Capadello y la de Guardiola; entre estas y Amposta están la de Forxeron, Poquesalses y Oriola. En la ribera izquierda las de Burjassénia y las dos de Campredó. La de Burjassénia fue adquirida, junto a territorios aledaños, a principios del siglo XIII por los templarios, hasta que pasó a manos de los Hospitalarios cuando fue prohibida la Orden del Templo. En las afueras de La Aldea se encuentran, una frente a otra, una torre y la ermita de Santa Maria, originalmente una alquería musulmana que, tras la conquista cristiana, fue cedida por el conde Ramon Berenguer IV a Bernat de Bell-lloc en 1149. Enfrente se puede ver la torre de defensa, que formaba parte de una fortaleza construida en época islámica para controlar la desembocadura del rio. El castillo fue construido junto a las ruinas de una antigua villa romana que ha quedado al descubierto. Sobre la puerta dovelada de la torre hay cuatro lapidas con inscripciones que recuerdan las reformas que se hicieron en 1586, 1856 y 1936. Y en la vecina Camarles aún se pueden ver dos torres medievales, una del siglo XII, es el Castillo de Camarles, cedido en 1149, dos años después de la toma de Tortosa, por el conde Ramon Berenguer IV a Guillem de Sunyer. De este queda una robusta torre circular, restaurada en 1990, y algunas ruinas medievales. No muy lejos se encontraron los restos de un poblado íbero y piezas de terracota con representaciones de la diosa Tanit. La segunda es la Torre de la Granadella, situada en el extremo opuesto de la población, fue la numero 46 de la red de telegrafía óptica. Hay una última construcción, ésta cercana a Poblenou del Delta y que está aislada en la bahía de Alfacs, es la Torre de Sant Joan que formaba parte de las defensas encargadas por Felipe II al ingeniero Cristóbal Rota Antonelli en 1576.

El cultivo del arroz ejerce también un efecto innegable en la estacionalidad del paisaje en el delta, al margen que ha modificado los ciclos vitales de las especies al adaptarse a los ciclos del cultivo. Antes de que el arroz se proyectara hasta el horizonte el escritor Sebastià Joan Arbó describía así el panorama en el delta: “Por aquellos días, el cultivo del arroz se desconocía allí todavía. La ribera era una ininterrumpida llanura de tierras pantanosas; el junco, el carrizo, la menuda grama y la espadaña cubrían los prados, y las nutrias y las raposas pululaban por doquier en los pantanales”. (Tierras del Ebro, 1955). Otro escritor, el ampurdanés Josep Pla escribía en la Guia de Catalunya, en 1971: “Aquí sentiu constantment la proximitat de l’aigua densa, gairebé aturada, embadocada, callada. Aquesta presencia impregna tot el paisatge, el color de la llum, la qualitat de l’aire”. (“"Aquí sentís constantemente la proximidad del agua densa, casi parada, embobada, callada. Esta presencia impregna todo el paisaje, el color de la luz, la calidad del aire").

Y es que a partir del mes de abril, cuando a través de canales y acequias se inundan los arrozales, el delta se convierte en un inmenso espejo que refleja nubes y cielo en la tierra y multiplica por dos las escenas, creando una vida paralela, invertida, en el suelo. El espejo, antes de quebrarse, se transforma en una interminable superficie de color verde que lo cubre todo a la espera de que llegue la recolección. En invierno el agua se evapora secando las parcelas.

De allí el arroz del Delta, uno de los pocos que tiene reconocida la denominación de origen protegida, pasa a las cocinas y a las mesas de los restaurantes que se esparcen en el territorio donde se sirven las especialidades locales. Exquisitos platos de arroz con galeras, con sepia, con el pescado a banda… De nuevo, Pla decía que “en el país discuteixen si les anguiles són mes bones que les granotes o les granotes millors que les anguiles”. (“En el país discuten si las anguilas son más buenas que las ranas o las ranas mejores que las anguilas”).

© J.L.Nicolas

 

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