El Eléctrico 28

12.07.2019 09:53

La capital portuguesa dispone en su red de transporte público de cinco líneas de tranvía, algunas de ellas dotadas con antiguos coches que han sido remodelados para seguir manteniendo su función. Entre ellos el más clásico es el que sigue la línea número 28, el cual es capaz de remontar las duras pendientes que ascienden hasta el barrio de la Alfama.

El 28 inicia su andadura frente al cementerio de Prazeres, junto a Campo de Ourique, un barrio de calles rectilíneas que parece constituir un mundo aparte en la gran Lisboa, sigue su ruta hacia el barrio de Estrela, donde tiene cuatro paradas, para dirigirse hacia el Chiado deteniéndose previamente en la plaza de Luis de Camoes, siguiendo por la rua de la Conceiçao cruza la Baixa Pombalina antes de adentrarse en la Alfama, donde tras circular ante la catedral dejará a una buena parte de su pasaje en los miradores de Santa Luzia y Portas do Sol. El 28 desciende de la  Alfama para ascender, de nuevo, hacia Graça. Tras algunos giros con parada en Maria Fonte, Maria Andrade, en la iglesia de Anjos y rua de la Palma llega al fin de su recorrido en la plaza de Martin Moniz, unos cuarenta minutos después de haberlo iniciado.

La primera empresa dedicada al transporte público se fundó en 1835, era la Companhia de Carruagens Ômnibus, la cual operó hasta 1865. Siete años  después, en 1872, se creó en Rio de Janeiro la Companhia Carris de Ferro de Lisboa, cuya sede se trasladaría a la metrópolis, donde ofrecía sus servicios, cuatro años más tarde. Los primeros vehículos que efectuaron líneas regulares de transporte de viajeros fueron los entonces llamados carros americanos ya que eran suministrados por la compañía neoyorquina John Stephenson. Estos eran tirados por caballos y, desde el 17 de noviembre de 1873, las líneas eran enlazaban la estación de Santa Apolonia con Santos, al oeste de la ciudad. Las rutas se ampliaron progresivamente: en 1874 el servicio llegaba hasta Belem, cuatro años más tarde a Algés y a Rossio, en 1891 cubría ya Benfica y Areeiro. 

Entre 1889 y 1892 se realizaron algunas pruebas con coches de vapor que acabaron desestimándose en favor de la electricidad. En 1901 se inauguró la primera línea alimentada de este modo, fue la que unía Cais do Sodré, junto al Tajo, con Algés, más allá de la Torre de Belem. Al año siguiente, 1902, se retiró toda la flota tirada con mulas y caballos.

El 28 se ha convertido en un recurrido recuerdo de la ciudad. Se encuentra en cualquier tienda reducido a una miniatura siempre transportable, en cualquier escala y también, como no, en postales y azulejos. Incluso un bar, cercano al castillo, en la rua de Santa Cruz, recrea el interior de uno de sus coches, para poder tomar un café o un refresco, un poco más cómodamente que en un tranvía real.

Los tranvías lisboetas también han sido participes de la literatura del país, el mismo José Saramago los introducía en O Ano da Morte de Ricardo Reis, de 2002: A meio da rua têm os moços de fretes de chegar-se para um lado, e entào aproveitam para arrear a carga, respirar um pouco, porque vem descendo uma fila de carros eléctricos apinhados de gente...( ) enquanto os últimos eléctricos vào passando, vinte e tres foram, se alguém teve a paciència de contà-los, a camino de Torre de Belém, do Mosteiro dos Jerónimos, e outras maravilhas de Lisboa. (En medio de la calle los mozos de fletes se echan a un lado, y entonces aprovechan para cargar, respirar un poco, porque viene descendiendo una fila de coches eléctricos apiñados de gente... ( ) mientras que los últimos eléctricos vayan pasando, veintitrés fueron, si alguien tuvo la paciencia de contarlos, de camino a la Torre de Belén, del Monasterio de los Jerónimos, y otras maravillas de Lisboa).

© J.L.Nicolas

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